Piedra viva en las catedrales y cuerpos muertos en la gente que camina por las calles.
Paisanos que no han salido del poblado aunque hayan viajado por el mundo.
Chanel y catinga.
París, ciudad de vértigo con ritmo campesino.
Ciudad de horas perdidas y minutos encontrados.
El kebab nos salva del frío y del hambre. Porque nosotros, junto con los árabes y los negros, a todos por igual les ofrecemos un poco de alegría.
Tan cómodo y tan ajeno.
Tierra de maravillas a la que terminaremos volviendo cuando se nos pase el enojo.
Textos poéticos, fotos, música, cosas varias que quiero comunicar a unos pocos amigos pero que permanecían inéditas porque no entran en ninguna clasificación usual ni tienen cabida en otro blog, libro, "producto" o "servicio".
jueves, 2 de junio de 2016
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ResponderEliminarVivo en Buenos Aires, Siruela. Pero ando mucho por París y por toda Francia. Hablo y escribo francés fluidamente desde hace cuarenta años. Tengo amigos y familia en Francia; incluyendo un hijo francés. Sip. Francia me provoca emociones encontradas.
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ResponderEliminarNah, después se me pasa. Me encanta Francia. Pero conociendo la francia profunda, veo que es un país tremendamente rural, lo que tiene su lado bueno y su lado malo. Francia no es París; y mismo París -que una gran capital, nadie lo duda- puede volverse una ciudad pueblerina, con un sopor de siesta.
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