lunes, 7 de octubre de 2019

Rothko y la espiritualidad

Con todo respeto por Pollock o Morris Louis, Rothko siempre me pareció el mejor de los pintores abstractos. O el más interesante. O el que más me llega.
Rothko califica a su arte como espiritual. Creo que en efecto es el más espiritual de los expresionistas abstractos.
Sus cuadros son absolutamente elementales en su composición. Pero son eficaces. Atraen la mirada y la atención. ¿Cómo lo hace?
Me lo pregunté mucho tiempo. ¿Cómo lo hace?
En los colores puede estar la respuesta más que en la composicón.
Rothko usa colores que son a la vez intensos y cálidos. Vívidos y terrosos al mismo tiempo.
Creo que di con parte de la clave del asunto cuando asocié a Rothko con los beati mozárabes.
Dos estilos distantes en los motivos pictóricos, en el tiempo y en el espacio. Pero cerca por el mensaje sagrado. Colores fuertes y delicados al mismo tiempo. Humanos y espirituales.
Los colores. Lógico. Sin duda. Pero además están siempre las formas rectangulares que se repiten…
Los códices de los beati son monumentos reconocidos de la espiritualidad en occidente. Reproducirlos es un éxito estético seguro. Lo notable es que Rothko llegó a las mismas conclusiones (colores intensos y cálidos, formas cuadradas) por sus propios medios, sin haber conocido, seguramente, esos códices medievales.
Quizá Rothko es en el fondo un pintor medieval que, siendo judío, respeta escrupulosamente el segundo mandamiento: "No te harás imagen, ni ninguna semejanza de lo que esté arriba en el cielo, ni abajo en la tierra, ni en las aguas debajo de la tierra". Llega así a la síntesis. A una simplicidad esencial.

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